26 marzo 2006

La complicidad...

que nos une.

Agus me ve dormida, pero lo ignora, porque tiene la boca llena de palabras y no se puede aguantar, (como decía la sobrina de Laura de pequeña). Y entonces me dice: “Mami, verdad que las personas pueden elegir su novio?” Claro – le contestó. - Es que papi me dice que primero tengo que consultarle a él, y a mi no me parece.- Todavía estoy dormida Agus, pero vos tenés razón.

Ella se va satisfecha y me guiña. Y es que las mujeres nos entendemos tan bien, tenemos el mismo código, manejamos las mismas distancias, y hay muchas cosas obvias para nosotras.

El resto del día la peque se la pasó inventando cuentos, y yo no dejo de escuchar su vocecita en mi cabeza. Y entonces va otra. – Mami, verdad que hechizada y encantada no es lo mismo? – Claro que no Agus. – Ya, mami, hechizada sé lo que es perfectamente, pero encantada, digamos que puede ser: “encantada mucho gusto”. – Tenés razón, Agus, tenés razón. – Se me ocurren muchas cosas mami, todo el tiempo. – Lo sé hija, tu cabecita no para nunca.-

– Y qué me podes contar de nuevo hoy mami? algo que yo no sepa. – A ver, te cuento algo que me contó una amiga hace unos días y que yo no tenia idea: El origen de las enciclopedias. – ¡Ah qué bueno!, contame mami. – La primera Enciclopedia la hicieron Rousseau, Diderot y DÁlembert en 1756, tenía diez tomos y fue censurada por la iglesia.

Para evitar toparse con la iglesia, imaginaron un procedimiento muy eficaz y sencillo. Por ejemplo: la palabra hombre, tenían que definirla como la Iglesia católica quería, o sea, hijo de Dios. Pero entonces, ponían un asterisco en la palabra hijo, y definían hijo, y ponían un asterisco, y así, sucesivamente, de modo que cuando querías acordar, la definición de la Iglesia quedaba completamente puesta en duda. Pero los censores de la iglesia no eran bobos, prohibieron varios tomos de la Enciclopedia y persiguieron a sus autores. Rousseau terminó completamente loco, decía que sus enemigos le envenenaban la tinta con la que escribía.

¿Entendiste algo Agus? – Si mami, entendí perfectamente. Se parece a la Wikipedia, donde cada uno escribe la definición de algo y entonces una misma cosa se define muchas veces. –¿Y vos como sabes de la Wikipedia? – Ah, lo vi en Google. Ah bueno Agus, me quedo más tranquila… ¡glup!.
Y yo le pregunto a mi amiga: ¿Cómo es que yo no sabia esa historia de las enciclopedias?. Ella me contesta muy sabiamente: - Es que vos no sos Agus- Silvana.